domingo, 3 de agosto de 2008

ANA, LA GAVIOTA VIAJERA

...era anochecer. Ana, la gaviota, tuvo que detenerse a descansar. Estuvo toda la semana volando sin parar. A pesar de que viajaba mucho, jamás hizo uno tan largo... estaba enormemente cansada , así que, paró en un pequeño islote, tan pequeño que parecía no caber en él...
...nuestra pequeña Ana, ni oía, ni veía nada, tan sólo escuchaba un rumor lejano que hacían las olas al romper en algún lugar... quizás en algún acantilado... pero esta cansada gaviota se sentía demasiado vaga para buscar otro sitio donde poder descansar...
...como no podía moverse, aterida de frío y de cansancio, se puso a pensar en los viajes realizados... tenía un cariñoso recuerdo de todos ellos, escepto de uno, en el que se rompiera una pata...
...de repente, fué interrumpida de sus recuerdos por un fuerte viento acompañado de un extraño ruido... parecía acercarse cada vez más, hacia ella... Ana, sólo pensó en una cosa: "una enorme ola"...
...sin pensarlo, emprendió el vuelo en busca de un posible lugar seguro... siguió aquel rumor que ya escuchara antes... las olas eran cada vez más grandes, y su cansancio le impedía realizar un vuelo alto... ya no podía más, se rendía... cuando... una luz intermitente a lo lejos la sobresaltó... "un faro!", pensó...
...dirigió su travesía hacia la luz, sin pensar en nada, sólo en llegar... y así fué... cuando sus patas pisaron tierra, su delicado cuerpo se desplomó sobre la arena... abrió los ojos a duras penas y miró con tristeza la gran inmensidad celeste, a la que ella pertenecía... sus latidos eran cada vez más lentos... dolorosos... angustiosos...
...las olas la salpicaban, dificultándole aún más la respiración... Ana sentía que la vida estaba a punto de acabar para ella... miró por última vez el cielo y emitió un triste y doloroso suspiro... se acabó la angustia... las olas intentaban arrastrar el pequeño cuerpo mar adentro, éstas golpeaban fuertemente en el faro... y crecían desmasuradamente rompiendo de una manera salvaje...
...cuando el cuerpo de Ana, la gaviota viajera, entró en el agua, el mar dejó de rugir, y adoptó un estado de culpa, culpa por engullir una vida que no le pertenecía... ya sólo se escuchaba un rumor lejano, que hacían las olas al romper en algún lugar...
(...cuando observe el mar en calma, veré tu rostro...)
(Bea Quintas)

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