Una ranita decide echarse al agua.
¿Cuántas ranitas quedan? ¿Dos? Pues, ¡no!. Siguen quedando tres,
porque no es lo mismo decidir hacer algo que hacerlo.
La mejor de las intenciones no supera a la acción más humilde
("Sin ánimo de ofender" de Jaume Soler y Mª Mercè Conangla)
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