Dentro de una concha, escondiéndome de las agresiones externas, que sustente mi cuerpo y mi mente.
Que me permita descansar en las profundas y oscuras aguas que me mecen, sin escuchar sonidos.
Sonidos estridentes, sonidos agudos, sonidos que, aunque algunas veces suaves, cortan los tímpanos.
Concha de plumas, de un plumaje denso, que me aisle y me proteja del frío, de la lluvia, del sol abrasador.
Plumaje, que me sirva de camuflaje, pasando desapercibida, solo vista por los de mi misma especie.
Especie en peligro de extinción en este mundo lleno de tempestades.
Tempestades que, aunque pasajeras, siempre dejan el caos a su paso.
Caos difícil, muchas veces, de recomponer.
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